sábado, 26 de junio de 2010

AMARRONADAMENTE INTUYO TU FUTURA PRESENCIA MI DULCE OTOÑO


Llegan las hojas que ansían teñir de ocre las veredas como nieve amorronada que no moja pero baña de melancolía. Escaso días le quedan al verano para que la ciudad se vista de atardecer. Los ojos del cielo buscan derramar lágrimas no necesariamente tristes.
El otoño esta por nacer.
Y te voy a ver en mis paseos por la fría foresta de la plaza donde siempre caminábamos. Estas ahí parada, y yo con un sin fin de palabras para alabarte pero que no son suficientes para describirte.
El atardecer me hace gestos para indicarme que la noche esta próxima a venir. El cielo es un templo y a el también sacrifico mis palabras.
Cielo y tierra teñidos de ocre bañando de melancolía las plazas.
Brumas que acechan destiñendo la tarde y las cosas. Inconmensurable es tu presencia al amparo del aire que acompaña mi penitencia.
Otoño que has de jugar con mis manos, viento que ha de jugar con tus cabellos que ondean ante el viento.
Gallarda es tu presencia y como la reina que eres, exiges absoluta devoción. Misterio de tus manos que parecen hablarle al tiempo. Ojos que se funden con el cielo amorronadamente bello, iris que como hebras doradamente obscuras disfrazan el silencio de gala brillosa.
Las luces de la ciudad se desprenden de su cárcel silenciosa y acompañan el desarrollo de la tarde en glorioso frenesí discontinuo pues aun el sol tiene fuerza e impone su glorioso porte.
Otoño! Qué bello paisaje ofreces! Me invitas a contemplar y a perderme en las formas que dibujan las perennes habitantes de los arboles que me regalan un baño de calidas sensaciones.
Y ahí estas, árbol, antes frondoso y hoy desnudo y vacío de secretos mostrándome tu piel marchita, tu alma disfrazada de vacío otrora vestida de verde majestad.

AZM
MMX

viernes, 25 de junio de 2010

El JOVEN QUE QUERIA SER MARTIN




Siempre me persiguió mi nombre, siempre quise llamarme Martín pero mis padres bautisaronme como Bruno. Yo quería ser Martín y descubrirla a ella que seguro me espera por siempre en el parque Lezama
Me atrae el inicio de las cosas, esa chispa que enciende el fuego de la pasión.
Como un feto, aquel primer párrafo es la concreción del germen que representa la idea antes de llevarse a cabo. Y en particular, me atrae la manera que empezó sobre héroes y tumbas.

Por qué no fui Martín? Por que no encontré a mi Alejandra sorprendiéndome mientras pierdo mi mirada en las estatuas del parque Lezama.
Con que pasión he leído la obra e intentado dilucidar su polisemia, aquello que cuenta y aquello que sugiere.
Por eso, como no imaginarme la situación de encontrarme frente a la estatua de Ceres y alzar mis ojos y verla venir a ella, a Alejandra.
Como será en persona? Que historia tejera el destino si me encuentro con alguna chica de la misma manera que Martín descubre a Alejandra? Escribiré las mismas historias? Clavará ella sus punzantes ojos en los míos? Y si aparece la mismísima Alejandra y yo por aquellos azares de lo indescifrable, por aquellos caprichos del destino aparezco de repente en el mundo literario de Sabato y me convierto por fin en Martín?
Así divagaba yo aquella tarde de verano mientras me dirigía al epicentro de la novela, al vortex inabarcable que nos introduce en la mente de don Ernesto Sabato.
Me senté frente a la estatua de Atenea un largo rato cuando repentinamente, me acorde que era frente a la estatua de Ceres donde debí haberme sentado. Y lo hice por supuesto queriendo ser por fin Martín y encontrarme así con Alejandra. Decido pararme e ir hacia el asiento correcto pero una mueca de asombro dibuja mi rostro. Alguien aparece sentado allí. O ese alguien me robo la idea, o este repentino personaje que intenta usurpar mi destino, solo elige el preciado asiento por una cuestión meramente arbitraria.
Decido observarlo mientras un silencio filoso recorre el parque.
Algo estaba cambiando en el lugar y yo no me estaba dando cuenta. Alguien estaba por venir? era ella? Además, alguien me observaba, o eso creía.
Siento unos agudos zarpazos acuchillar mi espalda. Quiero ser un pájaro y volar con mis alas de cartón hacia el mundo de Martín y Alejandra, quiero mis ojos clavados en dos estacas si ese el precio.
La humanidad del falso Martín descansa sobre el gastado asiento que mira hacia la estatua de Ceres, taciturno parecía aquel y sin registrar mi presencia, lo notaba concentrado con sus manos apoyadas en su cara como sosteniéndose, con sus mambos a cuestas, quizás como los míos. Quizás era alguien que con mi misma pasión quería ser Martín
De seguro estaba esperando a alguien, con todo lo que esto conlleva. Para bien o para mal de mi proyecto.
Casi frustrado me digo a mi mismo: si no voy a ser el protagonista al menos me conformo con ser testigo y como un voyeurista sin la necesidad de estar escondido, decido quedarme y observar con la impunidad de aquel que hace que se sienta a recorrer en su mente los recovecos de algún pasado remoto.
Algo llama mi atención, un ruido en el pasto, pasos, giro sobre mi y lo veo, sabia que alguien estaba detrás mio.
Un señor semicalvo y con anteojos que se encontraba anotando algo en un cuaderno, decide trasladarse y perderse en el horizonte por aquel sendero de los copones, pude observarlo de frente antes de retirarse su y rostro demostraba haber quedado satisfecho con los datos obtenidos.
Una duda me asalta, quedarme y espiar a esta pareja émulos de Martín y Alejandro o sigo al semicalvo que huye y se comienza a perder en la lejanía.

AZM
MMX

domingo, 18 de abril de 2010

BERKELEY 2006 A.D.




« Esse est percipi »
Esse est percipi?


Una espumosa noche de verano, de esas bien pegajosas, donde la transpiración le gana la batalla al buen gusto del mejor perfume, el joven estudiante de filosofía llamado por sus amigos simplemente “Malcovich”, se sentía particularmente optimista.
Ocurre que esa noche podían suceder 2 cosas: o avanzaba aun mas en la elaboración de su teoría para la cual estaba dedicándole una pesada pero sumamente documentada tonelada de papeles, o bien tiraba al retrete de las cosas inservibles o indemostrables, de donde podía resucitar extractos y dictar cursos para diletantes, psicobolches y pseudointelectuales que andan dando vuelta por ahí por Palermo o por el centro.
Cualquiera de las dos posibilidades le tenía sin cuidado pero bien sabia que un estrepitoso fracaso, es decir la segunda opción, era lo que mas anhelaba.


Sus gastadas suelas de zapatos lo depositan en las renovadas aceras de la av. Corrientes, hace un inventario de las posibilidades que la noche le ofrecía, sopesa mil propuestas internas fruto de su esquizofrénica personalidad que lo disputan y lo acosan cada puta noche de ocio que se le presenta y finalmente decide enfilar para San Telmo.

El lugar no era más que un amasijo de mesas curiosamente mal dispuestas, unos cuadros ajenos al tiempo y a la moda que dan cuenta de lo poco que esta interesado el dueño del sucucho en sus ocasionales clientes los cuales seguramente emborrachados y pasados de vuelta ni atención le prestan a la estética del lugar.
Realmente lo único que valía la pena del sitio en cuestión era la música, (cosa que solo hablaría bien, en ultima, instancia del disc jockey contratado) agradablemente sesentosa que bañaba a la nutrida concurrencia hambrienta, sedienta y por sobre todas las cosas con ganas de rockear y patear los culos de la insufrible soledad.

Jim Morrison culmina su estribillo y las manos de Ray Manzareck comienzan su frenesí… y entonces Malcovich la ve!: su níveo rostro salpicado de delicadas pequitas rosaditas, sus ojos celestes y achinados, su cuerpo armonioso y lujurioso, su pelo rojo y lacio como la eternidad; todo eso, mas su manera de vestir de chica estudiante de indumentaria y textil, era un cóctel letal para su sanidad mental.
Malcovich queda por un rato desentendido de todo y ensimismado. Su cerebro emite la voz de alerta: Smither! Suelta a los perros.

Los perros y el filo de sus palabras podrán desgajar el velo de maya que lo separa del caramelito que bailaba mientras el fuego arde en la eternidad..
El confiaba en sus lentes de director de cine alternativo y en el filo de sus palabras…

El grupo de Anderson, un brillante estudiante de matemáticas que sin ningún motivo aparente era apodado de esa manera por su estrafalario sequito de amigos, estaba particularmente aburrido esa pestilente noche de verano.
Andaban con ganas de tomar unas cervezas y untarse en algún ignoto sofá de un aun mas ignoto púb y desvirgar con las miradas los secretos de sus habitúes.
Anderson fija sus ojos en una gota de belleza particular: sus ojos, su pelo, su cuerpo, su manera de vestir.
Ve su cuerpo de delicada bailarina danzar y danzar extasiada y en frenesí.
Anderson desabrocha su campera verde caqui alfa, verifica los contornos de su jopo fifthis, y decide apuntar los misiles de su tomahawk a la deliciosa muñequita que bailaba ensimismada.

Las teclas de Manzarek comienzan su recorrida habitual en 3:56.
Houston! Tenemos un problema, un sujeto no identificado sobrevuela el área y está ya sobre el objetivo, aborten misión aborten misión sino esto es un papelón!
Anderson ve como ese joven de lentes que parece un estudiante de filosofía con aires de galán le esnifan la niña.
Ve sus bocas pegadas, y una lluvia de inmundicias y maldiciones despide sobre su ñoño rival.

…y en el filo de sus palabras.
Pero no contaba con la impune e imprevista irrupción de un estrafalario ente nocturno de jopo con campera verde militar que así de la nada se apareció.
Malcovich se queda contemplando su inminente derrota.

Mientras la luz ilumina el fuego y el fuego quema las esperanzas, Malcovich decide abandonar desolado la noche.

Anderson y sus amigos huyen despavoridos mientras el fuego sigue quemando sus ansias.

Una parte de Malcovich vuelve feliz y triunfante a su hogar.

AZM
MMVI

LA CONSTRUCCION DE UNA SOMBRA





“Escribir es un modo de habitar”
Jacques Derrida«Architetture ove il desiderio può abitare»


Imploro a tus ojos cuando el sonido de la luz me llama para entregarme a las profundidades del silencio eterno.
Las fauces del olvido me invitan a sus dominios desde la sonrisa de lo inanimado queriendo mostrar lo fútil de la esperanza buscando que deje de ser mi Yo para ser parte de Ellos que constantemente buscan sumar mas soldados a sus huestes.
Falange invertebrada de la palabra extinguida, tribu guerrera de lo callado, ya sea por indecible, ya sea por omisión, o simplemente por desidia que basan su razón de “ser” justamente en la nada.
Antidioses que lo que buscan es volver las cosas al estado natural y perpetuarnos en las eternas aguas del olvido de donde jamás debimos haber salido.
Uno es verbo y se escabulle en si mismo, conjurándose, negándose y autofagocitándose como una estrella que ya es agujero negro.
Las palabras se van desilachando a medida que el silencio avanza y la cárcel que encierra su significado se abre, y como presos en principio ávidos de libertad se pierden en la tentación de ya no hablar y se diluyen perdiendo aquello que antes querían nominar.
Un rompecabezas donde su piezas, las palabras, fue primero mutando sus formas, luego perdiendo su condición de solidez para finalmente extinguirse al colapsar en si misma y replicarse infinitamente en su pequeñez como un fractal.
No desaparece el significado, pero más y más se escabulle replegándose, escondiéndose en su infinita tristeza por extrañar ahora esos límites ya lejanos y difusos de la palabra, su antigua prisión, su antiguo hogar.

Extraño tu voz, te extraño a vos.

Vos y yo. Alguien responde.
Yo y vos.
Los sentimientos que buscan ser nominados, las palabras que buscan desposarse con su significado.
Ambos pasan a ser uno, sin posibilidades de desdoblamiento, celda y preso a la vez.
Nuestra carne y nuestro espíritu ahora son un mero médium para que lo abstracto se exprese.
Sentimos y decimos, mas son ellas y ellos (palabras versus sentimientos) quienes realmente gobiernan las acciones.
¿Por eso el desencuentro?

Pero te extraño!

¿Como evitar la tentación del filo que ya no es arena y que a la velocidad de la luz esculpe sus penetrantes formas?
Inexplicablemente tus ojos desaparecen y ya no puedo verme reflejado. Y ya no se quien soy. Uno para el otro, mitad perfectamente simétrica, y ya sin mi patrón de referencia no puedo guiarme más por el camino que juntos siempre transitamos y me pierdo en la inmensidad de la dinámica y virulenta desazón donde en paz, y mansamente, reina la locura.
Ya no hay espejo donde pueda reconocer mis facciones y al demiurgo que las maneja.
Ya soy una cara inexpresiva que lentamente va resquebrajándose como la hoja de un árbol que simboliza el otoño de lo real y cruje ante el desesperado avance de lo inexorable.
Fracasado por sentirme gobernado por algo que no es conciente de su poder y donde ya no prima la sensación de sentir que tu destino esta siendo escrito sino que entendiendo que ese otro, esa entidad, no es conciente de sus actos y también sufre pues no comprende el porque y ni se entera de las consecuencias de su accionar.
Alguien que no sabe lo que hace mueve tus hilos invisibles y tangencialmente domina tus acciones como una sombra cansada de seguirte y de ser solo eso y decide buscar por otros lados para ser ella misma quien pueda decidir los pasos a seguir pero la que al ser ciega, sorda y muda se pierde y se aferra a lo primero que se cruza en su camino y ahora sin querer ya por fin es dueña de lo que vendrá.
Lo concreto, lo real, lo visible, se convierte en una red viscosa que son hilos hechos de sinsabores y migajas de felicidad diseñados por una araña que pacientemente teje su laberinto de manera arbitraria e impregna su sedoso fluido con el veneno del desconcierto.
Arácnido de inconmensurables dimensiones que es el arquitecto de tus actos. La sombra proyectada y al mismo tiempo la luz que proyecta tu sombra.

Sigo clamando por tus formas pues no quiero otra cosa que diluirme en tu ser, y como pasa el tiempo y no se de Vos, cada ves mas a ciegas intento rastrear, con el tacto, con el olfato, con el corazón.
Y el piso, que ya es hielo, hace que me resbale y tiemble como un heraldo del sol en los confines del universo donde todavía nada hay.
Sádicamente, el piso me devuelve una imagen que solo refleja la agonía de mi continuo desmembramiento.
El hielo es fuerte pero puede ceder y mas abajo aguardan filosas uñas hechas de dolor que buscan cincelar a su antojo mis ya desvencijadas formas.
El otoño ya dio paso al infierno y el frió me hace temblar aun más.
Temblar, único resabio de lo que alguna ves fue movimiento. Tiritar, último esfuerzo de subsistir antes de la paz final.
Campo eterno, ahora espinoso, de hielo al que recibo con los brazos abiertos.
Los dos, fuego y hielo, compiten con el silencio y la ausencia para alejarme más y más de mi mitad e intentan ambos devolverme al estado primal donde era todo y nada más que nada.
Ya ciego, sordo y mudo, casi sin facciones y oscurecido por la agonía me convierto en una sombra y busco algo a donde poderme aferrar y así poder, aunque no sea conciente de mis actos, gobernar.


AZM
MMVII

viernes, 9 de abril de 2010

INTERFERENCIA EN EL BOSQUE






A quien esta dirigido, el ruido, ya lo sabe.

Yo si la vi.
Al margen de la realidad, casi como en una anotación al margen en el libro de la creación, igual a un garabato ilegible, que es la ropa preferida del secreto.
Así la intuí, entre postrada y dubitativa, mirando hacia el infinito.
Perdida en un mar de soledades contradictorias donde difusas hipérbolas le regalaban partículas de aire que impregnaban su no ser y la traspasaban acuchillándola y dañándola en su fuero mas intimo pues no podía sangrar.
Ella alteró el estricto orden de su propio Yo, originalmente disperso y dependiente del sin fin de puntos blancos y negros, hormiguitas o estrellas que estallan y nacen al mismo tiempo que es la señal de ajuste de la señal de ajuste, lo que hay antes del Verbo y de la Nada.
Puro y minimalista Ruido Blanco.
Instancia anterior del Ohm que todo lo contendrá en su enervante y caótico orden.
Y ese fue su pecado, soberbia de creer y de crear, de dudar en ser cognoscible o cognoscente.
Dudar.

Condenada al olvido estaba la bella fantasma sentada en un bosque marrón viejo y olvidado, como si nadie quisiera ver su condición traslucida.
Pobre bella fantasma inválida y petrificada en el Absoluto.
Reía o lloraba, mas no puedo intuir que diablos me quiere comunicar la gélida expresión que ofrecía su parálisis total, pero su hermoso rostro no hacia más que hipnotizarme como el canto de una sirena flotando en la dual condición de estar y no estar.
No hay para ella ni agua ni aire, solo un espacio de transición entre dos Nadas.
Nadar es imposible para la peculiar sirena, Nada es su destino, ni siquiera la nada, es estar y no estar, es ver sin mirar, es sugerir, es ser solo un velo, un castillo de aire invisible aunque intuida por unos pocos elegidos.
Doblemente paralítica, pues no tenía quien arrastre su pesada y antigua silla de rueda metálica y gastada por el tiempo.
Arrastrar aquellas pesadas ruedas en la agreste y traicionera topografía del bosque era imposible para ella sola, dulce fantasma, casi siempre invisible bajo las sombras de un viejo árbol que oscurecía sus delicadas informas.
Tenía miedo del árbol y del bosque, de su silla, cárcel y guardiana a la vez.

Así pasaba sus días, mirando con lascivia al ocasional visitante, seduciéndolo.
Pero desgraciadamente par ella, nadie podía ver más que una misteriosa silla ajada y algo gastada, pero sólida y eterna. Una silla que miraba al infinito.
Y ella solo quería ser parte de la luz y no una vil manifestación parecida a una sombra.
Ella quería volver a “ser” una habitante más del ruido eterno.
Lamentaba ser un fantasma condenado al olvido por el pecado de crear, de moverse de la paz inicial.
De moverse.
De posibilitar ser a los demás.
Fantasma inmóvil de un Dios castigado por devenir en si mismo.
Castigada por devenir y por corromperse.

Si vas al bosque solo veras una vieja y misteriosa silla de ruedas, perdida y sola en el tiempo y el espacio, mirando hacia el horizonte, suplicando que la arrastres para arrancarla así de su ostracismo, intuyendo tu presencia, tratando de advertirte, pero por sobre todas las cosas envidiando y maldiciendo tu capacidad de poder caminar.

AZM
MMVII

RECUERDOS DE LA TERCERA FUNDACION






“Salió del café y volvió al parque.
Ahí estaba, imperioso y férreo, Don Pedro de Mendoza señalando con su espada…”1 al río “que su real gana decidía fundar aquí”.1
Algo cambio.
La estatua de don Pedro ya no mira a la ciudad como tiempo atrás sino que ahora aparece oteando el horizonte el infinito clavando su mirada en el horizonte, hacia el río, y soportando con sus anchas espaldas el rigor de la ciudad que vendrá.
La ciudad que fue.
Me dirigí hacia los confines del parque hacia donde según mi mapa se encuentra la estatua de Alejandra.
Ahí estaba. Impoluta. Y me pregunto que tendrán sus ojos que fríamente acribillan mi humanidad impúdicamente desnudando mi ser e impunemente, y desde su quietud, obligándome a estar mudo y estático.
Me hago eternidad y venzo al tiempo y la miro pero no puedo hallar un flanco débil para inmiscuirme en su interior.
Ambos estáticos, yo desde mi estado hipnótico, ella desde su pétrea condición.
Hacia el fondo, un templete de columnas marchitas habitadas por verdes enredaderas que son como hilachas de tiempo de una época ancestral.
Alejandra y Martín enfrentados mirándose eternamente desde arcanos tiempos donde todo era flor ondeando sus pétalos al viento.
Yo en el medio interponiéndome entre ellos, entre sus suplicas por ser mas que piedra.
Se exactamente lo que espero al venir a este sitio y no puedo evitar regresar luego de releer aquellos arcanos manuscritos inspirador de la tercera fundación de Buenos Aires siglos atrás.
Un triangulo perfecto: Martín, Alejandra y yo en sugestiva unión de carne y piedra.
Alejandra y Martín en eterna unión y yo tratando de encontrar algo, tal vez mi Alejandra o algún Sábato que dibuje un destino para mi.
Queda lo mejor de lo que alguna vez fue, este parque misterioso, corazón de una antigua intervención urbana que dio un nuevo ímpetu a la ciudad al reconciliarla con el río.
Y en las entrañas de este corazón, este paseo de estatuas, vórtex que comunica al pasado.
Templo de dedicado a aquellos que fueron Dioses y en honor a aquellos humanos que fueron ascendidos a status divino.
Y que son los dioses sino deposito de alegrías y frustraciones, ponemos en ellos todo aquello que no nos animas a asumir
Ruinas circulares que cercenan la vieja trama hipodámica. Un rejunte de curvas famélicas que todo lo invaden.
Pero por Odin! De donde salen tantas curvas y diagonales? Será la impronta majestuosa del parque cuyos limites difusos se pierden en el horizonte hacia el este? Será su topografía que parece un mar embravecido detenido en el tiempo?
Dejo a Martín y Alejandra. Los dejo mirarse in aeternum. Quien soy yo para interrumpirlos! Me dirijo hacia los confines del parque y me paro en una balaustrada que apunta hacia los restos de un antiguo estadio.
Que soledad impoluta que no me animo a pervertir pero que ganas de cambiar mi destino de fantasma. Como ruego que ese que señor semicalvo y con anteojos que esta ahí sentado escriba sobre mi y de cuerpo a mis deseos.

1. Ernesto Sabato. Abaddon el exterminador. Pag 178.


AZM
MMX

viernes, 26 de marzo de 2010

EL VIAJE



Fiscalizado por la tenue pero majestuosa luz de una luna estival, de una pálida y obscura noche, de un retraído y áspero verano, iba el infatuo micro.
Solo! como un perro abandonado en el medio de la ruta!! y por desgracia, lleno de pasajeros infectos que llenan de vida.
Así estaba aquel rejunte de piezas plásticas y metálicas en el medio de la nada.
A través de aun más obscuros árboles, salpicaba la selenita circunferencia el pútrido aroma de su lujuriosa luz, así, sin misericordia, golpeaba con su álgido veneno a la pestilente condición humana.
Un ser, abstracto y redondo como una pelota de fútbol, pero desprolijo y mal oliente como una pelota de trapo, si! con ínfulas de pelota de marca, pero apestoso y maloliente como pelota casera de villero mal vestido y analfabeto, se retorcía en su asiento.
Ay! de su compañero de viaje, cuya mueca, mezcla de asco, miedo e indignación daba cuenta de lo indecorosa de su situación.
Que le ocurre (se pregunta) a este espécimen que se contorsiona como poseído por un demonio voodoo?
-Permiso. Dice tímidamente, y con voz de eunuco (los gordos ya obesos tienen esa voz de Farinelo en celo) la masa en fermentación.
Para desgracia de los pasajeros, el gordo mal mimado mueve sus grasas hacia el baño dispuesto a defecar. Picante y rebosante de ajo, unos sándwiches untados con pateé de foie vencido, fue su reciente tentempié.
La luna seguía escupiendo su veneno. Sus rallos eran una amalgama de serpientes cascabel de lenguas puntiagudas semejantes a cuchillos oxidados, sépticamente condimentados con sangre de sifilítico promiscuo.
El micro seguía su cadencioso peregrinar y viajaba con la convicción de un anacoreta.
Casualmente viajaba uno, procedente de algún obscuro monasterio perdido en medio de la eternamente horizontal pampa argentina y peronista.
Pero el ser redondo estaba de suerte pues no era el único orador durante aquella malcriada noche.
Una simpática parejita estaba a punto de ejecutar su breve sonata para moco y orquesta.
Feliz y perfumada de recuerdos y de perfume barato, estos noviecitos ven pasar al abstracto ente (depósito de mil miserias y un amor incondicional: la comida en mal estado).
La mueca de asco de los tortolitos lo dice todo, aunque ellos también sean bienvenidos al festín de la pestilente hilaridad.
En el medio de la opalina noche, sonó una sinfonía de aquelarres, de banquetes olvidados en el tiempo, de comidas de ocasión.
Dirección: el gordo abstracto ahora sumamente entonado.
Los enamoraditos estaban de suerte, ya que su molesto aunque ahora bienvenido resfrío les impedía sentir el fétido aroma que emanaba de aquel lugar (trono, biblioteca, masturbatorio y demás), próximo a ser desinfectado. Amenazaban con estornudar, pero la inspiración aun era escasa, solo ensayos eeeh. Eehhhhh, aaaatchh. No quería salir desde las entrañas del pulmón.
Hasta que vieron la luz.
Entonces, al mismo tiempo que el ente abstracto y redondo daba clases de escatología de salón, el resto de los pasajeros debieron ser testigos de una sonora batería de estornudos que escupían, a diestra y siniestra, un viscoso y… verde? fluido proveniente de las profundidades de los pobres y maltratados pulmones de la parejita en cuestión.
La sinfonía bestial en su apogeo.

El micro en cuarentena.

AZM
MMV